jueves, 4 de agosto de 2011

KIBERA, ¿cerramos los ojos?

Pasan los días en Kenia. Cada día vivimos nuevas aventuras en este país, pequeñas experiencias que recordaremos siempre y que nos servirán para lo que cada uno de los voluntarios hagamos cuando acabemos este voluntariado. Es cierto que nos vamos acostumbrando ya poco a poco a este país, su comida (muy recomendable de probar), su cultura y cada vez vamos integrandonos en sus gentes y sociedad. El swuahili también comienza a ser parte de nosotros aprendiendo cada día más. Tengo preparados varios post para las siguientes semanas. En uno de ellos os contaré como son las clases de los niños, siendo testigo principal de la educación de un niño de Kenia. Os aseguro que puede cambiar bastante de cómo lo vemos desde España. También os contaré historias de los niños del Home, cómo son capaces de invitarte a cenar a su cabaña y contemplar escenas que son difíciles de olvidar. Además, os contare a su vez en otro post un análisis más completo del SIDA, siendo testigos diarios de la fuerza con la que estos niños se enfrentan a ello. 


Pero hoy os voy a hablar de un tema no muy alegre pero no carento de emoción. Se trata de KIBERA. Es la mayor barriada pobre de África con más de 1 millón de personas. Tuve la oportunida de visitar durante 1 día este proyecto de Amigos de Nyumbani llamado Lea Toto (alimenta a un niño) la semana pasada. Cómo os comente en  un post anterior, los trabajadores sociales se encargan del cuidado de los niños del slum que tengan sida y siguen un seguimiento de ellos para que sigan el tratamiento de los antirretrovirales. Pero una vez que ves Kibera, el SIDA parece un simple catarro. Nunca he visto una extensión tan basta de casas que son de grandes como el baño de nuestra casa en la que viven hasta 7 personas, muchos de ellos niños. Además las condiciones de higiene son las más penosas que se puedan encontrar, basura por todos los caminos (por supuesto todos de tierra y fango) y riachuelos de suciedad permanentes en cada sitio. Cuesta caminar por esos caminos sabiendo que lo que tienes a tu lado son viviendas. Pero cuesta aún más el llegar a pensar que niños se tienen que educar en esas condiciones con desigualdades nutricionales y falta de fármacos para los que tienen el virus o para cualquier tipo de enfermedad. 






Kibera es como una ciudad, tiene sus colegios, sus tiendas y sus centros médicos. Lo díficil de entender son las situación en donde se encuentran, en la más absoluta miseria que exista. Pero sigamos con el día que pase allí. Me llevaron al centro donde están los trabajadores sociales. Conocí a Juliet, una keniata cercana a los 25 años que era trabajadora social y que con un cariño y una amabilidad enorme me enseñó durante un día kibera y me presentó a muchísimas personas que me va a costar olvidar sus caras y sus historias. Me fascinó la capacidad de Juliet para mantener la calma y transmitirla a las familias de Kibera en la situación que están. Sin duda Juliet es para mí una pequeña gran heroína de Kenia. Me dijo que la felicidad es el objetivo común de la humanidad. Y en Kibera también existe la felicidad. Juliet me hizo ver que los niños son niños e incluso en Kibera son felices hasta que son conscientes de la realidad en que viven y es ahí cuando supone la parte más difícil de alguien criándose en este barrio. La parte más complicada llegó cuando entramos en diferentes viviendas de personas que Amigos de Nyumbani estaba asistiendo con el proyecto. Desde los caminos principales de tierra se descendía por riachuelos y senderos de condiciones higiénicas deficientes donde sólo una persona cabía y  que eran accesos a miles de hogares. Si me dicen que en algunos sitios que entré erán viviendas parecería el mayor chiste del mundo. Un colchon para más de 5 personas y una mesa y algún taburete era la totalidad de la vivienda.   Pero incluso en esos momentos, estas gentes me mostraron la amabilidad personificada. En cuanto entré en su casa y me presentaron, rápidamente buscaron algo en que pudiera sentarme y a veces quitaban basura que tenían por todo el habitáculo para que me sintiera agusto. Esos gestos dicen mucho de estas personas. Así como Effie, una niña de 12 años que conocí. Cuidaba de sus 2 hermanos en su casa porque su madre tenía sida y estaba en el hospital con un tratamiento severo. Sus hermanos de 4 y 5 años también tenían el virus y esta niña cuidaba de ellos como una auténtica madre. Su padre cuando se enteró de que la mujer y los niños eran positivos abandonó la familia. Hablando con Effie ves lo importante que es una madre en una familia y en la educación.




No vi a más personas de piel blanca en todo el tiempo que estuve caminando por Kibera. Por eso mucha gente cuando pasaba por las calles me miraba y murmuraba: musungu, musungu, apelativo que utilizan para personas que son de piel blanca. Reconozco que muchas miradas no erán amables a su vez. Noté en sus rostros cansancio y sufrimiento por la situación en que vivían. Los niños en cambio venían todos a ti y te preguntaban unicamente How are you? siempre con una sonrisa en la boca. Y aquí viene mi reflexión a este tema y que pongo en el título del post. ¿Cerramos los ojos? ¿Qué hace el gobiernon de Kenia con estos barrios? Juliet me contó que es muy difícil controlar todos estos barrios y su pobreza. Se quieren tirar todas las casas y se han construido nuevas para acogerlos allí aunque a cambio de un alquiler totalmente inaccesible para ellos. Hay muchas ONG's trabajando en Kibera y por eso camianando por allí te entran también pensamientos de esperanza para toda esa gente. Aún así, cuesta entender todo esto pero es parte de una relidad en este país de la que muchas cosas son difíciles de entender. Como dijo una mujer a la que conocí cuando hablábamos, "Dios no ha llegado a Kibera"


Pero Kibera también tiene sueños. Andando por la calle aparecen 3 cabezas de chicos gritando musungu, musungu como os he contado. Estaban en el colegio en ese momento. Me acerco y les pregunto que tal el colegio, las clases y me dicen que muy bien. Rapidamente me preguntan por España, por nuestro equipo de fútbol donde saben muchos jugadores. Y me dicen que quieren ser científicos, arquitectos o ingenieros y que estudiarán mucho para conseguirlo. Son los sueños de Kibera y también tienen un espacio por el que luchar. Y quiero terminar este post con estos últimos sueños.


Siempre me acordaré de Juliet, su fuerza y valentía por lo que hace y todo lo que me enseñó ese día. Siempre se lo agradeceré y también a muchas personas que me invitaron a sus hogares sabiendo en las condiciones en que están. Por ello también me quedo con los pensamientos de esperanza que puede llegar a existir en Kibera en un futuro, especialmente para los niños. Así lo compartí con Jorge, otro voluntario durante este día. Es una de las caras duras de este país y que también se debe contar y no cerrar los ojos. En unos días os seguiré contando historias.


Asante sana





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