miércoles, 14 de septiembre de 2011

Voluntariados por el mundo - Camboya y la sonrisa de un niño

Hace ya 10 días que hemos vuelto de Kenia y no hay un sólo día que no me acuerde de los días que pasaba allí y en especial de los niños del orfanato. Llevamos varios días compartiendo todos esos recuerdos y experiencias con la gente mas cercana a ti y eso es lo que hacer si cabe mucho más emocionante cualquier tipo de voluntariado que se pueda hacer. Por ello ya de vuelta a la realidad, hoy os quiero contar otro proyecto que ha realizado Borja Fernández, antiguo compañero que conocí en el campo de trabajo Atalaya. Si yo he tenido la suerte y la oportunidad de irme a Kenia, él se ha ido a la otra parte del mundo para realizar otra actividad muy diferente pero también con niños. Se trata de Camboya y la ONG con la que se fueron fue Por la sonrisa de un niño.

Camboya es uno de los países más pobres del sudeste asiático y Borja nos cuenta su relato en primera persona que quiero compartir en este post con vosotros. Darle las gracias en primer lugar por compartirlo conmigo ya que es uno de los proyectos en el que me gustaría ayudar en el futuro. Os dejo con sus comentarios: 


Camboya es un país que está en la península de Indochina entre Tailandia, Laos y Vietnam. Como en toda Indochina, el clima se divide en dos estaciones: la seca y la lluviosa. En la estación lluviosa cae una tormenta casi todas las tardes por la acción de los monzones. Las lluvias no duran mucho tiempo, pero son muy intensas y dejan a su paso inundaciones de medio metro que, en pocas horas, desaparecen al ser canalizadas de manera natural a los arrozales y zonas pantanosas. Durante las inundaciones las ciudades y la vida no se paralizan, sino que todo sigue su curso “normal”. Gracias a estas lluvias torrenciales, Camboya tiene extensos y fértiles arrozales que cubren todo el paisaje. El arroz es su principal y, en la mayoría de los casos, única fuente de alimentación. Desayunan, comen y cenan arroz -arroz en camboyano es “bai” y el verbo comer es “ñambai”-. A pesar de que la producción de arroz es muy elevada, muchos camboyanos no pueden permitirse una ración al día y la mayoría de los niños con los que hemos tratado sufrían una desnutrición muy importante. A esto, hay que sumarle la falta de vitaminas y la alimentación nada equilibrada que supone comer diariamente solamente arroz.
La población en Camboya es muy joven. El setenta por ciento es menor de veinticinco años y el treinta y seis por ciento de la población total es menor de catorce años. La esperanza de vida no llega a los sesenta años y alrededor de un tres por ciento de la población adulta tiene SIDA. A pesar de ser un país tan joven en el que te encuentras niños por todas partes, las familias están destrozadas. Casi no existen lazos afectivos entre los padres y sus hijos. Esto se debe al legado que dejaron los kemeres Rojos; ya que a estos niños, que ahora son padres, se les formó durante cuatro años en que las familias no existían y que los vínculos familiares corrompen al ser humano. A parte, muchos de ellos fueron obligados a asesinar ellos mismos a sus propios padres. Pol Pot eliminó a todos los intelectuales, entendiendo como tal desde el que tiene una carrera, pasando por el que sabe algo de otro idioma, hasta el que sólo lleva gafas. Asesinaron a un tercio de la población total. Como resultado, Camboya terminó siendo un país casi sin ningún servicio que requiriese algún tipo de formación intelectual previa, como médicos, abogados, traductores, etc. Se convirtió en un país en el que la mayoría de la población sólo sabía o podía ganarse la vida trabajando en la agricultura o en algún otro trabajo físico con el que se pudiese ganar la vida. Camboya, después de Tailandia, es el país con mayor índice de turismo sexual, por lo que las mafias secuestran a miles de chiquillas que más tarde explotarán sexualmente.
Después de esta pequeña introducción, me centraré en algunos temas más concretos con los que me he enfrentado estos días.

He estado trabajando en una aldea en la jungla con ciento cincuenta niños de uno a diecisiete años. La mayoría de ellos tenían algún problema de salud, ya sean infecciones cutáneas, desnutrición aguda, quemaduras de aceite, heridas por violencia doméstica, enfermedades, fiebres altas, SIDA, heridas graves infectadas, etcétera. No eran niños especiales, ni tampoco escogimos a los niños que peor estaban para curarlos, sino que esos problemas de salud son su pan de cada día. Es lo normal. Es más, no nos pudimos dar cuenta de muchos niños que necesitaban una cura urgente hasta pasada una semana, ya que son niños que no se quejan, no lloran. Teníamos que ser nosotros los que nos diésemos cuenta de que tenían alguna infección porque ellos no venían a decírnoslo.

A diferencia de los otros campamentos en los que la mayoría de los niños trabajan en el basurero, los nuestros no eran, exclusivamente, niños del basurero. Estos niños viven en la jungla y están expuestos a cualquier tipo de picadura de serpiente o de un tipo de ciempiés de 25 cm de longitud y unos 3.5 de diámetro que su picadura es mortal. Por otro lado, en los charcos, en las zonas pantanosas y en los arrozales hay muchos parásitos que se meten en la piel y que son muy difíciles de sacar. Como consecuencia del calor y la humedad, cualquier herida que se hacen no se cicatriza y se acaba infectando y macerando. Como tampoco hay agua corriente, ni electricidad, ni servicios, las condiciones sanitarias son bastante malas, la gente hace sus necesidades en cualquier lado y luego, como van descalzos, se infectan cualquier pequeña herida que tengan.
En general la mayoría de los niños camboyanos trabajan. Principalmente, con los que más relación hemos tenido son con que trabajan o en los basureros o recogiendo basura (principalmente latas) por las calles de Phnom Penh.


La primera vez que vi a niños recogiendo basura fue en Sihanoukville (ciudad que está en el sur de Camboya, en la costa). Durante el día están vendiendo marisco, que pescan ellos por la mañana, a los turistas y por la noche se recorren todos los chiringuitos para recoger las latas que tira la gente. Por la noche, a medida que iban llegando los niños, los íbamos cogiendo y les secábamos con nuestras toallas porque fuera del porche del chiringuito estaba cayendo una tormenta espantosa. Una vez secos algunos nos pusimos a jugar con ellos, fue el primer momento en el que me di cuenta de la necesidad que tenían estos pequeños de sentirse niños. Me pasé dos horas jugando a un juego que consistían en que el niño escondía una piedra en una mano y tenía que averiguar en qué mano estaba -el niño que estaba recogiendo latas por la noche con el que jugué es el de la foto-. A pesar de que el juego me parecía muy aburrido, el niño parecía que estaba disfrutando como nunca en su vida. Cuando nos fuimos les dimos las latas de refrescos que habíamos bebido.


Por las calles de Phnom Penh los niños trabajan buscando basura arrastrando carros. Para cruzar algunas zonas se tienen que esperar e ir en grupos grandes porque hay mafias u otros grupos de niños que les pueden quitar lo que hayan conseguido durante la noche. Cuando terminan tienen que ir a vender la mercancía que han recogido a las diferentes mafias según la zona donde estén. Como los carros son muy caros para ellos, muchos tienen que alquilarlos cada noche y al día siguiente venderle lo que ha conseguido a la persona
que les ha alquilado el carro. Al igual que en el basurero, las mafias pagan por kilo lo que les apetece cada día. De esta forma nunca saben lo que van a ganar con lo que han recogido durante la noche hasta el día siguiente cuando lo venden.


Sin duda alguna, donde mayor miseria he visto ha sido en los basureros. En Phnom Penh han cerrado el basurero antiguo hace un par de años y la gente que trabajaba ahí y que tenía sus casas en el propio basurero no se ha trasladado. Todos siguen viviendo en el mismo sitio, aunque este ya no está en funcionamiento. El pequeño arroyo bordea muchas casas y en algunas las atraviesa. El olor que desprende es horrible y muchos niños van descalzos y pisan esa agua. El suelo donde están construidas las casas es basura descompuesta y aunque pueda parecer tierra en la imagen de la izquierda es todo basura.



El nuevo basurero es igual de grande que el antiguo y se encuentra en las mismas condiciones de miseria. La diferencia es que le rodea un río ácido y sólo hay una entrada controlada por unos policias armados que, a su vez, están controlados y pagados por la mafia. Estos policías sólo dejan pasar a los que van a trabajar y no permiten la entrada a ninguna ONG. Nos contaba un monitor camboyano que cuando el trabajaba en el basurero tenía que pagar unas tasas a la mafia para poder trabajar ahí; además, sólo podía vender lo que habia encontrado en un solo sitio que estaba controlado
por la mafia y estaba completamente indefenso porque, al no poder acudir a otras personas para vender su mercancía, tenía que aceptar la cantidad ridícula que les pagaban (les pagan en droga o en dinero) por cada Kilo. Al sólo haber una entrada, la mafia tiene mucho más fácil el poder controlar todo lo que entra y lo que sale, quedando dentro miles de niños indefensos que no sólo trabajan ahí, sino que viven y duermen en los montones de desperdicios. La situación es dramática y la solución cada vez más dificil por la imposibilidad de llegar al problema y poder actuar.


Este es un breve relato del duro proyecto que realizó Borja en Camboya que como vemos sufre unas desigualdades y unos umbrales de pobreza altísimos. Sin duda que habrá supuesto una gran experiencia para él y yo quería hoy compartirla con todos para tener otra historia de otro voluntario en el mundo.

3 comentarios:

  1. Lo principal es que las conclusiones de la experiencia sean positivas. Después de un tiempo cooperando en un país como Kenia, volver a casa es lo más complicado. Dejas atrás muchas emociones, sensaciones y vivencias tan intensas que seguirán contigo durante una buena temporada. Me alegro mucho que te haya gustado esta aventura, siendo así, seguro que más adelante encontrarás otro destino en el que seguir cooperando. Felicidades por esta experiencia!

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  2. Gracias Artur, la verdad es que si, es complicado volver pero lo bueno es que ahora no paras de acordarte de esa gente que tanto te ha dado. Habra que buscar proximamente otro destino.

    Gracias por leer el blog y por el comentario!

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